APUNTES HISTORICOS Y ORNAMENTALES
DEFINITORIOS.
A la hora de abordar la
realización de este proyecto de palio, la primera línea argumental
planteada radicó en la propia identidad de la magnífica talla de Nuestra Señora
de los Reyes, así como el carácter penitencial propio que manifiesta la Real
Hermandad del Santo Vía Crucis, Cofradía de Nazarenos de Nuestro Padre Jesús de
la Amargura, María Santísima de las Lágrimas y Nuestra Señora de los Reyes. Por
ello se hace necesario argumentar, a través del lenguaje morfológico del
diseño, unas líneas formales que conjuguen y se identifiquen con el propio ser
de la Hermandad así como su corpus patrimonial, todo ello en la búsqueda de una
cierta unidad de lenguaje artístico que identifique y singularice su particular
puesta en escena cultual, tanto en su carácter interno como en su anual
Estación de Penitencia por las calles de Granada.
La propia efigie de Nuestra
Señora de los Reyes aporta estilística y conceptualmente una carga simbólica y
gestual que marcará la razón de ser del propio proyecto. Caracteres estos que
se ven complementados por la exquisita
vestimenta que presenta siempre la imagen, así como el conjunto procesional que
preside, el entramado urbano, su clásico arreglo floral en forma cónica e
incluso el cuidado repertorio musical que se interpreta tras su Paso cada
Martes Santo.
En palabras del profesor Juan Antonio
Sánchez López, la talla de Nuestra Señora de los Reyes, como imagen, representa
el triunfo del delirio preciosista dieciochesco, al evocar el trasunto de la
mujer joven y delicada cuya expresión doliente hay que relacionar más con una
fragilidad natural que con un verdadero estado de tensión dramática.
De ahí proviene por parte del autor el uso de expresiones que muestren a quien la contempla una emoción contenida, y que se revelan en la propia imagen en las manos entrelazadas y las nacaradas carnaciones de textura aporcelanada que matizan los valores emotivos en pro de un aura idealista.
De ahí proviene por parte del autor el uso de expresiones que muestren a quien la contempla una emoción contenida, y que se revelan en la propia imagen en las manos entrelazadas y las nacaradas carnaciones de textura aporcelanada que matizan los valores emotivos en pro de un aura idealista.
La conjunción de todos estos
caracteres, al servicio de la piedad popular, ha logrado la definición de una
imagen única y particular, que hace fácilmente reconocible al paso de palio de
Nuestra Señora de los Reyes. La
Hermandad, que con amor filial la venera, en esa búsqueda de una imagen
personal e identificable, decide abordar
la realización de los bordados definitivos de las mencionadas andas
procesionales, empresa llevada a cabo con éxito anteriormente en el paso de
Nuestro Padre Jesús de la Amargura, que ha configurado un conjunto se sobria y
elegante factura aportando un aire
clásico sin parangón en el concierto procesional granadino.
El proyecto fue el resultado de meses de un minucioso trabajo de estudio no sólo de la propia imagen de la Santísima Virgen, sino también de las circunstancias históricas y sociológicas que han conducido a conformar y a definir la particular identidad que aúnan tanto la talla como la corporación nazarena de la que es Sagrada Titular.
CONSIDERACIONES GENERALES
Las circunstancias históricas que
definen el devenir de la Semana Santa de Granada, así como el de cada una de
sus Hermandades es, sin duda, fruto de
una experiencia histórico-artística que queda fuertemente imbricada en los repertorios formales del
siglo XIX y primer tercio del siglo XX, en los que se produce una revisión
general de los estilos utilizados en la configuración patrimonial del ajuar
procesionista de las mencionadas confraternidades de culto y procesión, hecho
este, generalizado a nivel andaluz, y
del que Granada no será excepción.
Fruto de esa permanente revisión será la variada impronta que muestra el conjunto de la Semana Mayor granadina a la hora de presentar multitud de propuestas estilísticas. Propuestas que en los últimos años se han visto reforzadas con nuevas visiones, gracias al esfuerzo de las Hermandades y Cofradías de la ciudad por enriquecer su patrimonio con nuevas piezas que se vengan a sumar a ese variado lenguaje ornamental.
Sin embargo en ese contexto, se
echaba en falta la lectura de un estilo en el que Granada tiene un protagonismo
particular, al poseer una de las piezas de mayor relevancia de cuantas lo
definen. El Gótico Isabelino
Esta variedad del arte gótico Es un término propuesto por el historiador francés Émile Bertaux para designar unas definidas modalidades artísticas que se inician en el reinado de los Reyes Católicos en el siglo XV y les sobreviven llenando el primer cuarto del siglo XVI. Se le da el nombre de la reina, que dejó en su creación de Miraflores las pruebas de su predilección por lo que había de ser más rico y más original en las obras de su tiempo. Así con este argumento, se tutela bajo el nombre de Isabel el arte más expresivo de un reinado que fue grande y sintetizador de ideales nacionales, precisamente porque se desarrolló bajo el signo de unidad. Esta unidad es la clave para explicar la potencia de una política que determinó las rutas futuras de una gran parte de la humanidad. Esta grandeza y, sobre todo, el ansia como cósmica de incorporar al arte toda la naturaleza, tienen una adecuada expresión estética de signo también fantástico e insaciable, que solo se le atribuye a uno de los reales cónyuges.
Esta modalidad traduce el
esplendor y abarrocamiento experimentados por el gótico en su fase flamígera
desarrollada en Europa en la segunda mitad del siglo XV, no exenta, por otra
parte, de las primeras influencias del Renacimiento. Pero en España se nutre
principalmente de elementos autóctonos. Es decir, con un impulso paralelo a
este abarrocamiento y bajo sus influencias, el arte hispánico evoluciona
creando un movimiento propio que se distingue con una autentica personalidad.
El momento en el que se
desarrolla, es de grandeza épica en España curando surge este estilo
genuinamente nacional, hijo de un vital sentido de asimilación e interpretación
del vasto conjunto de corrientes extranjeras y de herencias árabes que en un
largo período se han sucedido en nuestras artes.
Las características de esta modalidad estilística se basan fundamentalmente en la parte escultórica o de decoración arquitectónica. Lo ornamental que adquiere una suprema valoración.
Los elementos decorativos que entran en su composición preceden
principalmente del arte mudéjar o morisco y del gótico francés, germánico y
flamenco, cuyas influencias en este arte fueron constantes durante todo el
período.
La exuberancia decorativa alcanza su máximo grado de riqueza y de fantasía. A veces los motivos adquieren un carácter de vivo realismo, con exagerada morbidez en sus formas de complicada ondulación.
La exuberancia decorativa alcanza su máximo grado de riqueza y de fantasía. A veces los motivos adquieren un carácter de vivo realismo, con exagerada morbidez en sus formas de complicada ondulación.
APUNTES FORMALES
El diseño de la bambalina del
paso de palio de Nuestra Señora de los Reyes se caracteriza por su factura
formal de carácter simétrico en los que se identifican a la perfección los
parámetros descritos anteriormente del gótico isabelino, elementos todos ellos
presentes en la vertiente arquitectónica de dicho estilo artístico.
Como no podía ser de otra manera
en base a la propia identidad penitencial de la Hermandad, el palio obedece a
los denominados “de cajón”. Si bien la bambalina actual se encuentra
rematada por una crestería de orfebrería realizada en metal plateado, el
presente proyecto aborda la realización de la parte superior de la misma
utilizando el lenguaje arquitectónico, pero en este caso realizado desde el
arte suntuario del bordado.
Para ello, si dividimos
imaginariamente la pieza en tres paños de igual tamaño, el que ocupará el
tercio medio ha sido resuelto mediante el simulacro arquitectónico de ciertos
volúmenes que podemos identificar en elementos de la fachada exterior de la
Capilla Real de Granada, así como la reja perimetral de dicho conjunto y que,
como apuntábamos con anterioridad, son muestra inequívoca del gótico isabelino.
Así, si bien la parte superior de la bambalina presenta líneas rectas, en la parte central ha sido quebrada simulando
los volúmenes arquitectónicos que se presentan en la cartela que corona una de
las ventanas de la Capilla Real y en cuyo original aparece el águila de San
Juan. Formalmente se resuelve mediante el uso de un arco central festonado, escoltado de sendos arcos conopiales. Sobre
el conjunto se dispone un simulacro de bóveda que en sus volúmenes se asemeja a
la que corona en su exterior la capilla.
Dicho conjunto central, tal y como pude apreciarse en el diseño, ha sido concebido con mayor volumen que el resto del bordado de manera que destaque levemente del resto de la pieza, dando la sensación óptica de figurar a modo de baldaquino.
A ambos lados del conjunto se
disponen una sucesión geométrica de formas fácilmente identificables en el
lenguaje ornamental del estilo abordado y donde se asimilan los antepechos
calados, la crestería así como los ventanales de sobria elegancia de la Capilla
Real.
Dicho conjunto central, tal y como pude apreciarse en el diseño, ha sido concebido con mayor volumen que el resto del bordado de manera que destaque levemente del resto de la pieza, dando la sensación óptica de figurar a modo de baldaquino.
La parte central de la pieza ha sido resuelta buscando un efecto de conjunto. Para ello se ha empleado la lacería ornamental que luce en sus vistas el manto procesional de Nuestra Señora de los Reyes. Entendiendo que la legítima aspiración de la Hermandad sea constituir un conjunto unitario de bordados, es lógico imaginar que la culminación del mismo necesita de un lapso de tiempo prolongado. Por tanto la pieza que ahora nos ocupa debe funcionar y encajar visualmente con el manto existente. Por ello se ha reproducido la misma en la bambalina, de manera que, la vista frontal del conjunto aporte al espectador una visión integrada de ambas piezas, en un lenguaje plástico de identidad.
La bambalina se remata con fleco
de hilo de oro, del que penden cuatro borlones catedralicios de bella factura,
diseñados ex profeso y que como novedad frente a los que ahora procesionan
incorporan tanto en su cuerpo central como en su flequería hilo de seda color burdeos en consonancia con
el color del palio.
En cuanto al diseño del techo de palio, el mismo sigue fielmente el lenguaje formal y ornamental de las bambalinas, concebido como un gran tapiz reticulado en el que se intercalan formas propias del estilo gótico isabelino y que rematará el conjunto de bordados del palio de Nuestra Señora de los Reyes, dentro de la línea de empaque elegante, singular y paradigmático, en el que se pretende por encima de todo que la Santísima Virgen sea única y genuina protagonista del conjunto, estando todos los elementos de este al servicio del acercamiento espiritual de los fieles y su llamada a la devoción.
En cuanto al diseño del techo de palio, el mismo sigue fielmente el lenguaje formal y ornamental de las bambalinas, concebido como un gran tapiz reticulado en el que se intercalan formas propias del estilo gótico isabelino y que rematará el conjunto de bordados del palio de Nuestra Señora de los Reyes, dentro de la línea de empaque elegante, singular y paradigmático, en el que se pretende por encima de todo que la Santísima Virgen sea única y genuina protagonista del conjunto, estando todos los elementos de este al servicio del acercamiento espiritual de los fieles y su llamada a la devoción.
En la búsqueda de ese superior
protagonismo de Nuestra Señora de los Reyes en el conjunto de su paso
procesional, y en relación al techo de palio, este ha sido diseñando buscando
una clara diferenciación entre éste y la bambalina, no en sus elementos
ornamentales, los cuales son compartidos, pero si en su apreciación por parte
de quien lo contemple. Así la mayor riqueza compositiva del techo de palio está
basada en la idea de la representación figurativa de un microcosmos que
envuelve el universo místico en que la Santísima Virgen es Madre, Corredentora y
Mediadora universal de todas las gracias.
Formalmente el techo de palio se
ha concebido como el mejor palacio celestial posible para Nuestra Señora de los
Reyes, el joyero intimo en el que preservar su dolor, y con el que honrarla.
Precisamente será una de las características formales del gótico isabelino la
que configure el gran espacio central del mismo: el influjo que recibe del
mudéjar. Así todo, si bien la ornamentación se basa en una retícula de gabletes
cuadrilobulados unidos entre sí por círculos concéntricos, que en su apariencia
siguen la parte central de la bambalina y las vistas del manto procesional de
la Sagrada Imagen, conceptualmente su lectura sería la de uno de los muchos artesonados mudéjares
que pueden observarse en la capital granadina.
La gloria situada en el centro de
la pieza, se encuentra rematada por un calabrote en muestra armada, en el que
se suceden volúmenes geométricos dentro de los cuales se insertan otros tantos
vegetales aportando ritmo a la composición. En el interior de la gloria, y a
modo de ejemplo para que la Hermandad pueda tomar visión del resultado final,
se ha reproducido el cuadro “La Virgen de los Reyes Católicos” expuesto en el
Museo del Prado, y que a todas luces se configura como la mejor representación
posible de la advocación, mostrando a los RRCC en actitud orante ante la Madre
de Dios, que coge en sus brazos al Divino Infante. En su realización final
sería deseable, que la factura última se basase en una reinterpretación del
modelo aportado.
El conjunto se encuentra rematado
en todas sus partes por una amplia cenefa en la que se sitúa una sucesión de
estrellas gótico tardías, inspiradas en las tracerías propias del este estilo,
y que visualmente provocan una concatenación de elementos que ópticamente
ofrece a quien las contempla la creación de otra forma geométrica distinta
fruto del encadenamiento.
En las cuatro esquinas se
disponen enmarcados gabletes de menor
tamaño en cuyo centro se encuentran inmersas las grafías “F” e “Y”, las cuales
representan a los reyes Fernando e Isabel.
Con todo lo anteriormente expuesto y ante la tesitura de idear un palio para una imagen tan señera y con carácter individualizado, se ha optado por la más lúcida de las pretensiones; aquella en la que se potencian, y no se ensombrecen, los rasgos más distintivos de la efigie. Se persigue la reafirmación del símbolo, y no tanto la consabida narración que apela a los sentidos de modo epidérmico.
Estilísticamente, se ha rehuido
conscientemente de los ya anquilosados parámetros del turgente barroco castizo
que puebla una gran mayoría de pasos procesionales, en favor de una obra
elegante y equilibrada que se identifique e individualice por sí misma. Un
bordado que aporta aplomo y sutileza manteniendo la elegancia y limpieza de
líneas del conjunto del paso.
En ese sentido, se ha primado la línea
arquitectónica sobre el ornamento, comedido y ausente de efectismo, en aras de
una sobriedad muy en línea con la propia dulzura gestual del icono central, así
como del propio carácter de la Hermandad y de su conjunto patrimonial.